domingo, 24 de mayo de 2015

El sol levanta vapor del asfalto. De la vegetación a los lados de la carretera se viene el aire sofocante. Sus pasos son lo que se oye con más fuerza en este momento. Se desvía por una calle lateral a la carretera. Luego de unos cuantos metros encuentra un perro. Sucio, flaco, que probablemente está en busca de comida y agua. Él lo mira sin detenerse, es lo único que lo ha sacado de su ensimismamiento. El perro no se cuida de su presencia y continúa olfateando la acera. Se acerca un hombre cargando una cesta de pan dulce. Se ve que es un trabajador de sol a sol, se le hecha de ver en la piel curtida, en esa diligencia con la que lleva su mercancía, en la gravedad de su mirada. Él saca su revólver y le dispara en la jeta. El hombre cae sin ninguna gracia. La cesta rebota en el suelo tirando los panes en todas direcciones. Él recoge uno del suelo, el más grande y se voltea para ir a darselo al perro. Pero éste ha corrido asustado por el ruido del disparo. Él lo sigue. Corre. Encuentra al perro metido en un cafetal, se le nota alterado, receloso. Le ladra. Él le replica tirándole el pan a las patas. El perro retrocede y se le ve la intención de salir corriendo una vez más. Pero se detiene. Levanta el hocico, oteando el aroma del pan. Él va retrocediendo sin darle la espalda, le cede el espacio, sin querer dejar la escena. Se da cuenta que el animal no se va a decidir hasta que lo vea irse, asi que se da la vuelta y sigue su camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario