domingo, 17 de mayo de 2015

Caminando por la callejuela que va dar a la avenida principal. Son las las cuatro y veinte de la madrugada. Hay pocos postes de luz y algunos árboles. Paso de la luz radiante a la oscuridad profunda casi sin inmutarme. Una sensación se despierta en mi. Tengo que decir que es provocada: yo digo las palabras, yo tengo el deseo. Con todo todo respeto y humildad te invoco a Tí, Demonio Protector, que estás destinado a ser mi Guía, mi Maestro, mi Dador de La Luz y la clave de la Trascendencia. Ven, ayúdame, imparteme tus profundas enseñanzas, hazme victorioso y cuel sobre mis enemigos y los que se me opongan, de corazón abierto y leal con los míos y lo que me son propicios, llename del Conocimiento y del Poder. Yo te rendiré culto y te confesaré entre la multitud y en breves conversaciones. El que recoge la basura no contestó el buenos días la primera vez que pasé por aquí. Viste su uniforme gris azul, con gorra por eso no puedo verlo a los ojos. No he vuelto a saludarlo desde entonces. Aunque siento su mirada sobre mi, hago como si no existiera. Este sería, a pesar de las apariencias, un pésimo lugar para matar a alguien.

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